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23 diciembre 2013 1 23 /12 /diciembre /2013 18:09

Historias de la Representación

 

El propósito de este artículo es intentar dar una respuesta al eterno debate al que se enfrentan todos los sistemas electorales: identificación del pueblo con su representante y representación de minorías. En efecto, en el mundo podemos encontrar dos sistemas puros de sistema electoral, con varias variantes: el sistema anglosajón, en el que en cada circunscripción se elige a una sola persona que representa los intereses de la región por la que es elegido, y el continental, en el que en cada región se eligen varias personas de diferentes partidos en proporción al número de votos obtenidos por cada candidatura.

 

El primero tiene la ventaja de que el representante se debe a su electorado. La gente sabe quién le representa y pueden castigarlo o premiarlo según el sentido de sus votaciones y su actuación. Así, es más esperable que vele por los intereses de sus votantes más que por los del partido, puesto que de lo contrario su reeleción será difícil. Su problema es que excluye a las minorías, el candidato que gane, aunque sea por 1 voto, se lleva toda la representación y las minorías se quedan sin voz. Por eso en el mundo anglosajón se le conoce como sistema de “first past the post”.

 

Su opuesto es el sistema continental, en el que cada región elige varios candidatos. Su virtud es que permite representar a las ideas minoritarias, pero por el contrario, la responsabilidad política se diluye. La gente vota a una lista más o menos grande de individuos, de los que con suerte conocerá al primero de ellos, o como mucho a dos. Así, los parlamentarios no son identificados como representantes directos del elector, y su actuación no se censura ni aprueba. La gente vota más a las siglas de un partido que a una persona.

 

Parece un problema irreconciliable, si se defiende uno se obtienen unas virtudes, pero también unos defectos. Sin embargo, creo que es posible obtener las ventajas de unos y otros sin ninguno de los defectos, y es lo que voy a defender en este artículo.

 

Mi idea es introducir lo que yo llamo el voto ponderado. Esto consiste simplemente en eliminar el principio de “una persona un voto” en nuestros representantes. No me refiero a que los votos de los electores valgan distinto, sino a que los votos de los elegidos lo hagan. Esto se puede estructurar de varias maneras, y al final del artículo propondré varias alternativas sobre cómo hacerlo. Por ahora, explicaré la idea básica y luego me preguntaré sobre si es conveniente y está justificada.

 

Para ilustrar la idea pondré un ejemplo sencillo. En las elecciones al parlamento asturiano de 2011 se obtuvieron los siguientes resultados: PSOE 17 escaños, foro 12 escaños, PP 10 escaños, IU 5 escaños, UPyD 1 escaño. En total son 45 personas. La idea sería que en vez de 45 fueran 5, uno del PSOE que a la hora de votar tuviera 17 votos, uno de foro que a la hora de votar tuviera 12 votos, y así sucesivamente. En total habría 5 representantes (luego veremos que esto puede tener variantes).

 

¿Está justificado que los votos de un parlamentario valgan distinto que el de otro en el parlamento? Bueno, de facto yo creo que ya lo hacen, pero de manera implícita, puesto que para salir elegido, un elector debe obtener más o menos votos según el lugar en el que se presente. Un ejemplo paradigmático es como el PNV, con los mismos votos que UPyD y 3 veces menos votos que IU, obtuvo en 2008 3 veces más escaños que IU y 6 veces más escaños que UPyD. Entonces, ya tenemos parlamentarios de primera que obtienen su escaño con menos votos que otros. Por lo tanto, la igualdad de los parlamentarios ya está rota.

 

Por otra parte, hay que tener en cuenta que si repartimos los votos de nuestros representantes en función del número de votos que obtuvieran, habría una justificación democrática en esa diferencia de poder en el voto: si han sido votados por más gente es porque más gente les da su confianza, representan a una mayor porción de la soberanía nacional, luego han de tener mayor peso en las decisiones.

 

Este sistema también nos ahorraría muchos diputados, lo cual, en época de crisis, no estaría nada mal. En una circunscripción como Madrid, donde se eligen 35 diputados, en vez de 35 podrían quedar reducidos a 4, uno por cada partido que ha obtenido escaños, aunque el reparto de votos sea distinto. Así, el candidato del PP hubiera tenido 18 votos (números redondos), el de PSOE 9, el de UPyD 4 y el de IU 3. Ahorraríamos 31 sueldos al año. No solucionaría el déficit español, pero sí daría legitimidad y ejemplo, y desde luego optimizaría recursos.

 

Por otra parte, este sistema sobrerepresenta (al menos en voz, aunque no en voto) a las minorías. Esta es precisamente la virtud de la democracia como sistema político teórico: dar voz a las minorías. En efecto, muchas veces las minorías, al no tener poder para decidir, lo único que pueden hacer es usar la palabra para informar y denunciar su situación y convencer de sus ideas. De esa forma, esta idea sería acorde con una de las ideas básicas de la democracia, la protección de las minorías.

 

Otra gran virtud de este sistema es que no altera en absoluto el equilibrio de poder. Con este sistema, ni una sola votación hubiera cambiado su destino (salvo que las personas que decidieron votar A hubieran votado B motu proprio), porque cada partido habría seguido teniendo los mismos votos, el mismo poder. Cosa distinta es que los miembros del partido hubieran podido decidir votar distinto, porque con este sistema están más vigilados por su electorado.

 

Justificada ya la idea, pasamos a las posibles variantes para llevarla a la práctica. La primera es poner límite al número de votos que una persona puede acumular. En el mismo ejemplo de Asturias, se podría decir que como mucho una persona pueda tener 10 votos. Como el PSOE tiene 17, tendría 2 personas, una con 10 y otra con 7 (u otro reparto), lo mismo foro, (1 con 10 y otra con 2, u otro reparto), el PP tendría uno con 10 votos, e IU y UPyD uno cada uno. El resultado en personas sería 7, 2 del PSOE, 2 de Foro, 1 del PP, 1 de UPyD y 1 de IU. En votos no cambiaría nada.

 

Otra idea es que una misma persona pueda presentarse por varias circunscripciones. Para poner un ejemplo, es como si Rajoy no se presentara solo por La Coruña, sino también por Madrid. Así, el representante de varias provincias puede ser la misma persona. No me parece tan adecuado porque aleja a las personas de su representante, que ya no se debe a un electorado sino a varios. Por otro lado, según el límite de provincias por las que se pueda representar, puedes reducir el parlamento demasiado, y que los pocos parlamentarios no den abasto. Por ponerlo exageradamente, si pudiera presentarse la misma persona por todas las circunscripciones, al final habría una persona por cada partido (del PP solo estaría Rajoy, de IU Cayo Lara, del PSOE Rubalcaba, de UPyD Rosa Díez etc.) y no podría ir a todas las comisiones a la vez, estar en todos los debates, saber de todos los temas que se tratan etc. (si eres ingeniero no sabrás de sanidad y viceversa).

 

Otra propuesta, variante de la anterior, es que se presentara una sola persona por cada partido para todo el país, y luego esa persona nombrara un gabinete de cómo máximo X personas (de 1 a 10, por ejemplo, según el número de votos que haya obtenido) que le ayuden, como si de ministros se trataran, a asistir a las distintas comisiones, asesorarlo sobre temas que no entienda, representarlo cuando no pueda ir él personalmente etc. Serían como los ministros del gobierno, que son elegidos por el presidente, no por el parlamento. Así, se ahorraría también mucha gente respecto de la situación actual, a pesar de esos gabinetes. El problema es que las personas de esos gabinetes no serían elegidos democráticamente.

 

Probablemente, la mejor solución sería que se presentara la misma persona por todo el país, y la gente votara en cada circunscripción por esa persona. A la vez, en la lista se estableciera quiénes iban a formar parte de su gabinete según los votos que obtenga. Por ejemplo, Rajoy se presenta por el PP en todas las provincias. La gente vota a una papeleta que contiene únicamente su nombra bien grande (ahora solo tendrás el nombre de Rajoy si vives en la provincia por la que él se presenta). Debajo, en pequeñito, o por detrás, vendrá su posible gabinete, según los votos que pudiera obtener. Así, se podría decir algo así como que por cada 5 escaños que obtengas puedes nombrar a un miembro del gabinete, hasta el máximo de 10. UPyD se presenta, en su papeleta pone Rosa Díez, y debajo en pequeño su gabinete. Obtiene 13 escaños, 8 por Madrid y 5 dispersos. Rosa Díez tiene esos 13 votos, pero a la vez tendrá un gabinete de 2 personas que le asesorarán. Esas dos personas serían las dos primeras de la lista de su gabinete que iría en la papeleta. El PP se presenta y obtiene 130 escaños, pues Rajoy tendría 130 votos y podría tener a los 10 miembros en su gabinete.

 

El problema de este sistema es que obligas a la gente a saberse al menos 11 personas (el candidato y sus 10 asesores), mientras que en un sistema en que una persona diferente se presenta por cada circunscripción, tienes que conocer solamente a los candidatos. No obstante, esto es solo cierto en parte, porque esos asesores dependerían del candidato, y sería a él a quien se le exigiría responsabilidad. Por lo tanto, al ciudadano le bastaría con controlar al candidato.

 

Una última alternativa es que hubiera varios candidatos por provincia, como ahora, pero todos los de un mismo partido delegaran su voto en una persona de su partido. Así, todos los diputados del PP delegarían su voto en Rajoy. Él votaría por ellos. Es algo que de facto pasa, así que no sería un gran trauma. Si en un caso concreto un diputado del PP quisiera votar diferente al partido, podría manifestarlo y comparecer. Cobraría dietas de asistencia ese día, pero el resto del tiempo no tendría sueldo. Sería usar el sistema actual pero aceptando que de facto todos los del mismo partido votan igual, siguiendo las directrices dadas por la cúpula de este. Con este método nos ahorraríamos unos sueldos, y fomentaríamos el espíritu crítico de los diputados (que solo cobrarían si fueran contra su partido). Además, estaría bastante justificado: nosotros delegamos nuestro voto en unos representantes concretos porque tienen nuestra confianza, ¿por qué no fiarnos de en quiénes delegan ellos a su vez?

 

Hasta aquí las ideas, espero que este artículo os haya hecho reflexionar. Las ideas del final son meras sugerencias, la idea básica es romper el principio de una persona un voto en nuestros representantes, no en los representados, que quede eso claro, las ventajas son muchas, y no le veo muchos perjuicios. Es sin duda, una idea que hay que  considerar y discutir.

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